Estoy lejos y
por eso hablo.
Los
edificios vuelan sobre mí arañando hierba.
Cualquier
transeúnte es todos los transeúntes.
No volveré a
estar solo felizmente,
pero veré el
gran día de la música al pasar,
inútil como la
teoría.
Desde el camino
nevado
los relojes son
juguetes para las palomas,
y la tienda de
libros ya no canta.
Parece el
principio del mundo
esta felicidad
de dos personas
que habita en
mí, casi con timbre de colegio:
yo no he
esparcido las imágenes
hacia la rampa
del castillo.
¿Cuándo
encontraré otra visión?
No creía en la
calma,
y ahora soy un
acordeón que duerme
pese al ácido
café.
Esperar y
esperar.
El instante
adecuado para la razón,
viejo vagabundo
con olor a
parque y heridas.
Y quiero un
amuleto verde
que sume todos
los pastos,
hasta la
protección de mis sentidos.
Como un ave
rota por la espalda
que ya se
atreve a mirar
lo que va
dejando debajo...
Sin fe, sólo
hay algo sin rostro.
¡No alguien! A
nosotros
nos pierde el
rosa de los labios...
¿Se acaba, una
insurrección vacía?
¿Entre mis
manos, pleno febrero?
¿Calor de mis
huesos a mis huesos?
Entonces nos
acercaríamos más,
para fundar una
palabra de cuerdas,
menta y patata
machacada. Casi
como los
demonios. Así de sabios.
Así de atentos
a la ceremonia.
Eso es: un gran
plato con grandes colores.
¿Cuándo nace
el origen, si está
aburrido por
ser causa de todos?
Yo, ya os digo,
nunca nacería,
a no ser que la
belleza me provoque
tierno danzar
de pensamiento y tacto.
Es así como
los números delatan
la falsa
arquitectura,
elevando los
oídos a la sonda
del otoño, en
cuyo vientre nunca hay
azúcar
disuelto para la gran noche.
Todo parece
callado, sin embargo,
entre los
códigos prensiles
y la maniatada
voz de aquello que, sin líneas,
se acerca hasta
mi puerta para hacer temblar.
No quiero
sinónimos por tanto,
o una reunión
de venenos primitivos
que, por
negación, destaquen
y sorprendan,
así, a lo íntimo del frío.
Lo que yo
apetezco es el gran juego,
el sí sin
mareas, vida
que la palabra,
antes, nos robó.
Y cuya
conquista es el aliento.
Y cuya ley
fragmenta laberintos.
Porque primero
fue el testamento
y después las
horas ya vinieron
como torcidas,
máscaras con signos
en el terror de
los primeros artesanos.
Canción como
simiente o entreacto,
yo soy el
resultado de otros ecos
cuyas riendas
no le corresponden
a mi
psicológica presencia enardecida.
Árboles
antiguos, manteles de pimienta,
bolas de
cristal en los mercados
sin niebla de
valle que perturbe
las sombras del
improvisado salón,
mi cultura en
veinte páginas: ¿quién
se atrevería a
nombrar a un solo santo?
Pero las
pruebas delatan al corazón,
y la escritura
sólo sirve para el cielo,
penúltimos
escalones de la tierra.
Caen así con
eco los rescoldos
de una juventud
muy viva,
pese al gran
margen del error
y los vocablos
de tan fuertes indecisos,
mapa con gesto
de simiente
que camina
transformado bajo el sol
de un dios que
no precisa forma
ante lo grave
del cuaderno
que ya asoma
atento a la virtud.
¡Lugares!
¡Escondites! ¡Traiciones
con alma de
tortuga! ¿Dónde voy
esta noche
perlada por el magma
del universo
bestial? Mi mochila
haría reír a
más de un planeta,
pero tengo ya
la edad del amor.
***
Magos, ¿quiénes seríamos?
Tal vez el aceite de los astros, como una vieja canción absurda
repitiéndose:
Negro
don del alba,
en tu fuerza yo
soy dos.
Blanco imán
del velo,
en tu misterio
yo no soy.
Queda
conjugar con humildad la triste suerte, y rezar para que nada pase.
No creo en la debilidad del creyente; creo en la debilidad de la
falta de pasión. La pasión es una de las formas sutiles con que
Dios nos aguarda, y el perdón abdica ante cualquier vacío de pulso.
En esto me reconozco lejano, carismático por antónimo, torpe como
una resolución que no ha tenido tiempo de estar sujeta a reflexión.
Cuidar de una mitología propia, un panteón sobre la chimenea, una
silla sobre la campana de la catedral marrón... Y no preocuparme por
lo que no puedo, ya que adonde no se sabe sólo se puede ir por donde
no se sabe.
CUATRO ELEMENTOS
La
paz duerme
doce horas
despertando
bebe
agua
y no molesta
sólo molesta
al que no viaja
y come fuego y ve aire
en lo hondo
de la tierra.
VARIACIÓN
SOBRE EL RECORDATORIO DE LOS CUATRO ELEMENTOS
La
guerra es fuego
y por tanto
aire
beber beber
beber agua
sólo eso
importa
cuando los
verbos no existen
en la guerra
esparcida
por las camas
de la tierra.
***
Temo mucho
las últimas cinco preguntas. Cuando esté en el lecho, en el techo,
sobre el pozo, junto al musgo, ¿qué responderé como resumen? ¡No
me entero de nada! Por no tener no tengo ni memoria. Soy un pedazo de
limón bajando por el cauce del río y, en las orillas, los amigos
del entierro ya sin preguntas ni ojos tensos. ¡Causar placidez,
desenvoltura, afirmación por lo tierno de cada secreto! Me da que me
anhelan, siendo deseado por ende:
A
ti que miras, dime:
¿bien o mal?,
¿mal o bien?
Has estado
descansando.
Mi agua es
tuya, pero
¿bien o mal?,
¿mal o bien?
Dime, amigo:
¿fui?
Las palabras
provocan palabras: he ahí el truco de la humanidad.
***
No puede ser
más verde ni contener tanta historia rocambolesca este nocturno
lugar, cerca del órgano y la vela, el mantel de hilo y la
conversación acelerada únicamente por el corazón de la pausa.
Siento paz,
casi nadie es mi enemigo en este instante, estoy en el espejo junto a
mí, ¡y a nadie le importa lo más mínimo ni mi tristeza de siglos
ni mi veladura! Ser sincero es lo más sencillo de este mundo.
¡Absorbamos
la genial embestida de los sentimientos difíciles, creados para
contrariar a las fuerzas medianas! ¡Demos el salto hasta el cristal
sin medida, para sufrir después por alguna consideración ajena!
Lo
importante:
Hay
que escribir bien
porque alguien
nos escucha.
¿Cómo no vas
a querer, entonces,
la perfección?
Al menos
tapar lo que
puedas tapar –nada–,
y siempre con
el bien
porque es
fuerte y no por ningún dado.
Lo antiguo es
antiguo por sabio,
no por uso
abyecto
o química
imprecisa.
La voz camina
en todos no por ser tan útil
sino porque,
después de comenzar,
acabar es
imposible.
(Hay más
leyes, inventarlas es difícil.)
Cuando escribes
alguien lee
tu mente es un
paisaje
donde cada
signo cuenta
el avance o el
grave error.
Ten cuidado
entonces, y justo
haz de todo
algo exacto
porque no
tienes el lujo de estar solo.
Todo se hace
y se convoca para alguien. El más solo es, además del más triste,
el más cómico, pues es imposible. Aunque parezca que hay espacios,
cuartos, ventanas con patios y demás catálogos pensados para dos
pulmones, todo es mínimo para cuatro: ¡de ahí tu madre! No basta
con ser silencioso, calmar la ira o hacer que caminas melancólico,
ya que todo viene de alguien y hacia alguien se dirige. En este
sentido, las palabras son un modo de reunión, y el único silencio
que existe es aquel producido después de atravesar todo el conjunto
de las palabras. ¡Cualquier otro silencio es falso! Por eso escribir
es conquistar la paz, pero no sin antes ser el mayor de los salvajes.
No creo en ningún otro tipo de investigación, y me dan miedo los
que van hacia el silencio sin plantearse qué es el sonido, qué es
callar y qué los distingue. Qué es, en definitiva, la soledad.
***
Los raíles
cruzan en ambos sentidos unas calles empedradas hacia el gris. No es
común la alegría a menos que se abra la charla. Caballos duermen
para siempre detrás de los kioskos, a los que les atraviesa un
cajero. Todas las botellas de agua tienen memoria, y el algodón es
pasajero para los cristales gruesos. Sitios de cambio de dinero,
cafeterías con velas y puentes sobre el Vistula sirven de ofrenda al
escritor histórico. Giran, con ellos, las cervezas cálidas, antes
de bajar por las escaleras de la trompeta. Todo alude a la lógica,
al posible cambio de la gramática ceñida. Decir que no, tan tarde,
para abandonar el ámbar, cuando haya desaparecido. Sin camino
paralelo, lejos el doble irreal. Abandonado, como digo, al viaje, que
es tutor:
Detrás
de la nieve
la música es
lenta
para el fácil
morir,
untado de sol
seco.
Hay un golpe de
guante
en la bufanda
de la plaza,
a la que atento
observo
con alma de
lechuza.
Varias veces
marginaron
a mi fuerza,
por completa,
pero mi orden
satisface
hasta al tímido
y violento.
Siempre estarás
conmigo,
confianza, en
el café
o en el desván
último
rodeado de
libros ciegos.
Mirar hacia
donde no queda, porque por donde se ha caminado todo es recuerdo, más
veloz o más calmo. Como si hacer algo una sola vez bastara para que
el mundo se dé por completado, y tengamos que salir del mapa para
imaginar. ¡Qué cansancio de otros ecos! ¡Qué de palabras
provenientes de un lugar que yo ya sé! Dame, mundo, una ruta nueva,
ya que yo cumpliré intuitivamente los senderos, los caminos, tus
paisajes.
***
Cerca de
esta mesa se organizan los anticuarios, y hay una veleta con forma de
rana que consagra los vientos. La muchacha que lee delante del
cristal es más que vapor, sino luz en las torres. Quien quiso ser
fuerte a medida que las plazas avanzaban es hoy un títere en el
musgo que cruza la gasolina del avión. ¡Viejas salas de aeropuerto,
zumos para la medianoche! Protegido por los ritos que emancipan del
dolor a quien, con manto, los inicia, la música rueda aquí como
vértebras puras. Los dos chicos jóvenes no hacen más que reír, en
un idioma que me conduce a la naturaleza. Movido por el preludio de las
velas, ser navegante es regalo de un hermano que recuerdo siempre
feliz por la aventura, y al que tanto debo, desde las aulas a las
aulas. Salir del frío cuando era invierno y caminar por las arenas,
¡faro de madrugada similar a un vigilante! Entonces ya sabíamos
amar lo esencial, y configurar sin torpeza los giros libres del gesto
descansado.
Dan
las siete
y los caballos
continúan
despiertos para
el trote
de mis lejanas
venas,
muy parecidas
al amor.
Lo que yo sé
no tiene nombre
ni abrigo que
lo amanse,
pese a que sepa
que la bondad
es un gran don
en el juego de
estar vivo.
Son muchas las
columnas
y la pesadilla
del terror.
Atento a no
sufrir,
la música es
conmigo
entre teselas,
entre bóvedas.
¡Ah, castigo!
No
quieras
seducirme sin grandeza:
de ti vuelo ya
lejos.
Mi corazón es
la sana partitura
de un pacto
eterno como el mar.
***
Paseando por
el barrio judío, con la nieve, uno piensa en el carácter: ¿qué es
eso tan importante entre unos y otros? ¿De qué tamaño es la voz
que comunica? Los misterios de la transformación son evidentes,
pareciera imposible el cambio muchas veces. ¡Pero sudamos con tal de
cambiar, y que alguien lo note! Yo ya no soy quien fui hace dos años,
pero sigo siendo el de hace segundos. Supongo que en este esquema
gran parte tiene que ver con la revolución. ¡Giros, giros, saltos
en la narrativa! Ideas viejas, nada más hermoso que la conjetura de
la esencia en marcha hacia otro yo. Es así como se crece, como se
entiende, como se nace...:
Yo
soy aquel
con cabeza en
la cabeza
y tiernas manos
frescas,
pero no seré
hasta que sea
casi otro
o,
directamente, un sordo.
Mirad cómo se
mima
el rostro en
soledad:
¡padece nubes!
Cuando me hayas
confundido
la victoria de
mi cuerpo
jugará a ser
firme.
Y desde la
transformación, el camino de la identidad es magia o péndulo.
Demasiadas voces corroen la sinestesia de la acción, ¡con lo
múltiple reptando! Como alguien que se ha esforzado en ser multitud,
la esencia dibuja viajes y corona formas. Así, cuando me preguntes,
ya olvidado, seré el de plácida sonrisa y guerra adentro, que no
pudo comunicar lo que le hacía único. Hay secretos que mueren al
ser compartidos, y yo, pese a la transparencia de mi plexo, guardo
emociones como la pirámide en el tan tan tan imposible bolsillo.
Aquí es donde la literatura reina con toda propensión al exceso, ya
que lo inclasificable halla expresiones nuevas forzosamente.
***
Antes
que la tumba
tendré que
expresar la fuerte
conmoción de
mi careta.
No hay camino
pérfido ni gozo
más allá,
pero escucha:
las palabras se
han reunido.
Como cuando
encontré el hilo
en la tarde de
la miel,
yo manzanas al
manzano.
¡O ese tractor
de viña! ¡Yo
montado, licor
verde,
previo a la
habitación oscura!
***
Que al salir
de estas páginas nadie se haya enterado de nada, pero crea haberlo
percibido todo. Que el apoyo hacia la cosa permanezca como difuso,
porque se sigue todo según la densidad. Que se perciba la enorme
llave del amor, su desembocadura de agua hacia el carro escondido.
Que animales y flora suenen en un soliloquio de ámbar, y los
cigarrillos sitúen la música dentro y fuera de la iglesia. Que se
prediga el final de los paseos después de estudiar la ruta del
perdido, y se encuentren besos tras el dosel de plata. Que surja,
entre el color, el abrazo merecido y la rueda exacta, evitando así
cualquier arrepentimiento. Que navegue la luz por las estancias hasta
ser la noche antónimo del sol. Que sean tranquilas las brisas
durante el magisterio de las cuevas, edificios de sal y raíles con
agujeros. Que se cante inesperadamente, pues no hay nada más brutal
que ser honesto. Que se venga a este lugar a hacer circular la
ligereza, pluma de pájaro que quiere vivir.
Los
patos del estanque,
desterrados,
derraman sangre
cúbica.
El tranvía
obedece
sumando
árboles. Cabaña
de flamencos,
invierno
es para todos
ser así.
No intentes,
maestro de las velas,
esperar de la
embestida
agua fresca,
ya que caerá
iluminada
como el humo de
tu té.
Y es tan frágil
morir...
Los amigos de
tu lustro
perseguirán
las formas,
el papel será
de todos,
en el teatro se
dirá, en voz
muy baja, que
no fuiste.
¡Cuaderno
nuevo,
caída de los
ángulos precisos!
Para que,
entregada la rima,
quede lo
químico en suspenso,
saludándote
los viejos eremitas
al trazar
el paso de las suelas,
música primera
y segunda.
Como una nieve
perpetua
te avecinas,
canción, y yo ya sé
tu sala de
colores, tu cine
forzado hacia
las seis.
¿Quieres amar?
Sí. ¿Quieres
amar de nuevo?
Sí, y fue
la luz de los
violines, a la izquierda,
loca música,
pies de iglesia,
memoria para
barrios enterrados.
Con todo,
superaste
la tontería de
los himnos. La cultura
fue, para ti,
misterio
del cauce hacia
el cauce.
Piensa
tranquilo, hijo... Y ¡ah!:
tienes pan y
mermelada
entre los
dientes.
***
Estoy
sentado en una de las siete mesas, con dos mujeres duras tras la
barra. Venden bollos como artesanía, licor como elixir, galletas de
vainilla igual que un lujo extraño. Soy apreciado entre ellos, pese
a que el gesto de vuelta sea de madera. Veo a través de las ventanas
la nieve cayendo, con las catenarias empapadas. Hay, también, seres
extraños que nos hacen concebir, sin insulto que quepa, lo amplio de
las gafas. ¡Educar la percepción, a eso vine! ¡Ese ha sido siempre
mi tesoro, mi gracia, mi espejismo de hielo en julio! Adivinar las
capas que alberga la visión, y organizar su temperamento, el cual
escapa jovialmente de nuestros ojos pensados para lo contrario de la
contemplación. ¿Hay una partida? ¿Se observa, igual que ayer, con
libertad? Es como si el conocimiento se fuera sedimentando... Mi
fuerza es la fuerza del extranjero, y en ese puzle es importante cómo
soy de ajeno a los que me reciben. No concebir el exotismo, por
tanto, ya que todos estamos hechos para el cuento; pero tampoco ser
misterio sólo, ya que entonces vulgar crítica.
A
través de las ventanas
más ventanas
más ventanas,
para permitir
el tacto.
Casi lejos,
pienso
en volar lento
hacia la
historia
hacia la
historia.
No es
suficiente
la cultura
atenta,
la cultura
atenta
al museo de
ladrillo.
Disecciona,
poeta, la luz
escondida de
los trenes,
la guerra de
rol vano,
el terror del
mediodía.
***
En la
enemistad no fluye el espacio, ni se amontona la gloria. Desde la
enemistad se rompe el altavoz de la encantadora sala, con ese eco de
pared que conocen los elegidos. ¡Amigos, sed de los mapas con
relieve! Yo os tuve, os mantuve, os llamé con la tonta
interferencia; y ahora la música parte en dos mi jersey amarillo...
Mirad, entonces, cómo choca la lluvia negra contra mi cuerpo
sigiloso. Soy, aquí, tan alto como los candelabros. Mesas suman a
mesas el gentío, y tartas blancas son chispa entre las muelas.
¡Feliz coincidencia la de ser para colmar la etapa de la juventud
perdida, unido a nada y a todo por metáfora! De la A a la B,
saltando a la comba, con ese premio idiota de la final, como hígado
y piel de pato con el puente. Zuecos transparentes, el mercado agota
las últimas tripas secas, muy cerca de la fruta. Son encantadoras
las mujeres viejas: ¡llevan 900 años esperando! Agradable es para
alguien ser así. Yo no pude elegir demasiado: ¡ahora lo advierto!
Cuando la poesía llega, todo es maleable. El coche me aparta con su
luz. Estoy sobre el tejado de la catedral, esperando el verano. Las
tiendas donde se intercambia el dinero nada nada nada. Ofrecen
chocolate: el calor es un fantasma con pies de barro. ¡Y el barro
helado es más peligroso todavía que el cristal! La sinceridad,
amigos, se construye siempre siempre siempre con palabras:
Botellas
cuajan,
elegante
misterio,
en la plaza
judía:
hora de cenar.
Se camina
rápido,
obligatoriamente,
hacia la casa
azul
del pescado
seco.
¡Todo se ha
dicho!
¿Inventaré,
así,
amarillas
palabras,
sueldo de otro
sol?
No me creáis
al decir
que soy
imposible:
la verdad es
resultado
de una oscura
justicia.
***
Caminad,
palabras mías, hacia donde no se debe, y apenas se toca pie. Yo os
he visto allí, en la más vieja gruta, en el más temible de los
relatos, esperando a que alguien os rescate. No es fácil pertenecer
a todos, símbolos por poco, ni aguardar el mecanismo innato del
hombre o la mujer. ¡Vosotras niño, vosotras niño! Y como una
canción con sabor a derrota, mi entendimiento os entrego, cofre de
paz y viveza. Expresión plástica con líneas grandes que sigan el
dibujo. Globo hacia la atmósfera con motores cruzando el eje de
vuestra entera reunión. Jardín de infancia sin abecedario que haga
comenzar vuestro juego terráqueo. ¿Dónde estáis ahora? ¿Cuál es
el fenómeno perfecto? Yo sólo quiero más de vosotras, todo lo que
podáis ofrecer. Pero ¿qué es vuestra lógica en comparación con
la de un pobre hombre? ¡Sois más de una! ¡Sois todos! ¡Por
accidente!
Yo
te esperaba, palabra,
en la pequeña
casa
del desayuno
perfecto.
Tus gestos
contrarios
a la norma de
mi fe
rompían con tu
música
acelerada y
devota.
No supe hasta
después,
palabra, que
eras
grande y
albergabas
lo que yo
después sería,
y que toda mi
muerte
era sintaxis
tuya
o, en tu
lenguaje:
una
gramática cerrada.
***
La despedida
se acerca. Esta es la última noche en la cama aérea. A ella se sube
por una escalerita, pero es la típica historia que no importa un
bledo. Importan, eso sí, las últimas emociones, pendiente ya del
aeropuerto y la duda de la multa por fumar en el vidrio de la
habitación. La muchacha del hostal es bella e insoportable. Tengo
más calle que ella, pero se cree fundadora de algún arrabal. No sé
cómo no se ha dado cuenta todavía de que soy un ángel con zapatos
machacados. Eso, ya lo dije, no es que se tenga que dar por sabido,
pero sí se debe entender después de cuatro o cinco frases.
Escribiré ya mañana en el avión, que quiero cumplir con este mi
debido cuaderno, pero antes de dormir –aunque es de noche– algo
como una canción, algo como una alegre alegría, algo como un
espíritu que acoja el sentir que traigo después de cuatro amables
días:
Oh
viaje, tus pelusas
son más lentas
que yo.
Gracias a tus
letras
me persiguen
animales.
Veinte monedas
tengo
de aquí al
aeropuerto,
pero he sabido
desear
en la escondida
plaza.
Luces de
Cracovia, ladrillo
y cierto
mármol, sigue,
estela, tu
alegría,
ya que lo
conoces todo.
Oh viaje, y
hermano,
he querido y he
tenido
como cuando
nevaba
y eran más que
dos mis ojos.
***
Ya para
marchar: salas con sonido y maletas con tuercas. A puro café, no ha
habido hostilidad, sabiendo sobrevivir al viaje. Temía mucho, pero a
este paso seré profesor. Como una vida que, pensada, estuviera llena
de matices, de Galicia a Polonia. Es fácil mantener la calma ante
las pruebas: motivos hay para no naufragar. Pensemos, por un momento,
en un susto aquí, en Cracovia, yo con colonia prestada de tiendita y
síntesis de paso. Qué miedo, ¿no? He visto a los mendigos solapar
sus gorros, jorobados, para asustar a los turistas: imposible
sobrevivir así. La calle Sienna unía el parque con la avenida de
los puentes. El barrio obrero era antracita, con ese museo nuevo de
sillas blancas. La escritura es un fenómeno sobrenatural: ¿no me
veis, acaso, allí, pensando que los trotamundos leen mis
pensamientos? Pero la vida es la vida, y su peso se mide en
hermosura. Nada triste, percibo el salto que me diferencia al
distanciarme, y sólo hubiera deseado soñar entre la nieve un
desacato mayor que mi actitud actual, centrada en no dañar ni a lo
que es orgánico ni –mucho menos– a alguien que respire, coma, y
suspire después. Desvanecimiento periódico satisfecho.
Estoy
bien, y he viajado
a las almas de
la historia.
Dudé,
sinceramente,
sobre este
trance mío,
pelo roto por
el centro.
No es un truco
difícil,
sino una calma
sencilla
muy similar al
saber.
¡Así
cualquiera!, dirás.
(No te creas;
es milagro.)
Sube entonces a
ese avión,
donde espera
una ventana.
Tremendo es
conjugar,
con acierto,
salmos salmos:
la confusión
de tu camino.
Ya es hora de
volver a casa.
El agua tendrá
tu nombre.
El oráculo ha
fallado.
Dueño del
futuro eres
plena sencillez
cantada, llave...
Cracovia,
20-24 de febrero de 2018